#OPINIÓN // ADIÓS MAESTRO (II)

Haciendo tripas corazón por la pena que lleva encima, uno de los hijos de Man Bok Park, en perfecto castellano, comentaba en el velatorio de la Medalla Milagrosa, los pasajes de las últimas seis semanas, cuando su padre comenzó a ponerse mal producto de su hipertensión sumado a un infarto y neumonía, ambos posteriores, que desencadenó en su lamentable deceso.

Después de haber estado internado en la clínica Anglo Americana fue trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Almenara donde recibió una atención preferente, porque seamos honestos, Mister Park era un hombre muy querido pese a su limitada locuacidad estaba en el corazón de los peruanos.

En esas circunstancias, contaba, cuando las enfermeras necesitaban que un  familiar directo se acercara a la UCI  gritaban “familiar de Man Bok Park” y en ese momento se producía una sensación única en el hijo radicado en Ohio en los Estados Unidos. No podía llegar a la puerta de la UCI porque todo el mundo, pese a tener a sus seres queridos en cuidados intensivos, querían saludar al vástago y desearle una pronta mejoría al emblemático técnico.

Park sembró sus conocimientos en los Semilleros de una entidad bancaria y desde el 2011 se hizo responsable del trabajo de las escuelas de vóley del Gobierno Regional del Callao. Cada mañana salía de casa en San Isidro y en su propio vehículo llegaba hasta la Villa Regional para hacer lo que amó intensamente. Impregnar la piel de sus niñas con una marca indeleble.  

El brindaba sus conocimientos con denuedo y tesón,  inflexible a la hora de la disciplina, sin permitir que el grupo tuviera fisuras. Las que entraban lo hacían con la mayor seriedad. No era para risas.

Por eso es que se consiguieron resultados. Los entrenamientos en la Bombonera del Estadio Nacional, por ejemplo, tenían hora marcada para empezar pero podían prolongarse más de la cuenta dependiendo del humor de Mister Park.

Mientras eso ocurría, el piurano Cherres con un semblante de pocos amigos vigilaba que nadie superara la puerta metálica, en tanto que la tía Chepa alistaba el menú que cada noche consumían las chicas seleccionadas.

O cuando se establecían las giras a Europa y Asia, y Park elegía las fechas más inverosímiles, desde el 24 de Diciembre hasta el 10 de Enero para que el grupo pasara Navidad y Año Nuevo fuera de casa y se acostumbrara a los rigores de una vida llena de obligaciones y muchas privaciones, con los climas más inhóspitos.

Ya conocemos lo que dejó Man Bok Park. En estos días se ha hecho un inventario desmenuzado.  Su partida abre un vacío imposible de llenar porque se trataba de un ser humano sin soberbia, ni presunciones, profesional capaz de darnos las más grandes alegrías que hemos vivido durante varias décadas. Al maestro lo vamos a extrañar. 



Fuente : Oficina de Imagen Institucional y Protocolo



1 de octubre de 2019